OBRA
Las obras más antiguas de Hung que conocemos datan de la década de los ´50, período al cual se remonta el paso del pintor, en plan de estudiante de pintura, por la Escuela de Artes Plásticas Julio Arraga.
En el año 1957 sin haber aún egresado de la escuela, Hung alumno del maestro Carlos Añez Urrutia, viajó a Caracas y expuso sus obras en la Galería Mare, una de las primeras salas que funcionaron en Venezuela y cuyo director era el antropólogo Miguel Acosta Saignes.
Hung se marcha a París, en el ´58 becado por el gobierno estatal, en compañía de los poetas de su generación Néstor Leal, César David Rincón y Atilio Storey Richardson. En la colección de la residencia de la Gobernación del Zulia, se encuentra una obra muy representativa perteneciente a este período: su Autorretrato de 1957. Cuadro en el cual puede apreciarse ya el inicio de esa inclinación a tomarse como modelo para su obra que desde 1971 obsesiona sistemáticamente a Hung.
En el autorretrato de 1957, el artista aparece delante de un espejo sosteniendo hierática y gravemente una paleta de pintor. Pero el autorretrato representa también, el único ensayo de naturaleza constructiva con que Hung se aproximó al cubismo en un momento en que el arte abstracto geométrico representaba la vanguardia en Maracaibo.
En otra obra del mismo período, Retrato de una Niña, el espíritu es francamente expresionista; más que la representación de los rasgos fisonómicos de una muchacha. Pero la obra más premonitoria de estos primeros tiempos es Sinfonía en Azul, en la cual se avizora el rumbo de la pintura de Hung. La factura en Sinfonía en Azul es más monocromática y el interés está puesto en las líneas internas que se desprenden del escorzo de las figuras dancísticas, para insinuar una trama rítmica desplazada hacia los lados de la composición. Este esquema aparece reiteradamente en su obra a partir de 1980. Hung ya intuye hacia 1957 el dinamismo de su obra futura.
Etapa de Formación
Máquinas Voladoras
Son obras realizadas a comienzo de los años ´60, primero en París y, seguidamente en Maracaibo, a su regreso a Venezuela, casi monocromáticas, están resueltas como una contraposición de formas sobre fondos, uniformes, intensos o atenuados. Cuadros trazados como texturas sensibilizadas en los cuales la forma constituye un tejido de signos de aspecto móvil, a manera de estructuras giratorias inscritas en el espacio por medio de barras que al cerrarse para formar círculos en forma de ruedas dentadas o de cabezas de molinos, dan idea de extraños aparatos suspendidos en el espacio. No tardarán en producirse fracturas y cortes, en contraposición con ese espacio tenso y antagónico en el que evoluciona y eclosiona la densa carga gestual de los signos.
De allí el nombre de Máquinas Voladoras para esta serie, la primera en importancia que desarrolla Hung y la cual le daría, poco después, repentina y suprema notoriedad. Las máquinas voladoras contenían potencialmente todos los elementos, técnica y formalmente hablando, de las materias flotantes.
La obra más representativa de Hung, con la que se dio a conocer y empezó a ganar reconocimiento. Podría hacerse un estudio de la influencia que tuvieron los primeros lanzamientos de cohetes al espacio sobre un género de pintura que, tras los ensayos cosmonáuticos y astronáuticos emprendidos por los rusos y norteamericanos, comenzó a extenderse sobre muchos lugares del planeta. Hasta podría demostrarse que el curso del arte, al menos en su relación materia-forma, cambió sustancialmente desde entonces.
Hung es uno de los más significativos en el mundo, para explicar esta relación que se dio sobre todo en la pintura gestual, es decir, en el marco de una concepción que, explorando el espacio con una técnica automática, abordaba los grandes formatos para reproducir metafóricamente el impacto de los experimentos astronáuticos, cuya imagen, en el caso de Hung, se presenta abruptamente recortada por los bordes del soporte, como si la obra fuera el fragmento de un acontecimiento que se extiende más allá del cuadro, y del cual solo viéramos en éste una parte céntrica.
En las materias flotantes, Hung concibe la pintura como un conflicto de fuerzas en acción, lo cual lleva implícita la idea de movimiento que se desprende del choque de ellas. Siempre hay como un punto de ignición, alrededor del cual se desencadenan las tensiones de los elementos.
Materias Flotantes
Tinta y Escritura
Tinta China sobre papel, circa 1993 © Archivos Fundación Francisco Hung / Todos los derechos reservados.
En un sentido general, la pintura de Hung está estrechamente vinculada a los caracteres ideográficos de la escritura china que él aprendió a usar en su infancia. Lo gestual en su caso puede entenderse como una ampliación a escala de la pulsión con que se escribe a mano. Y aunque al liberarse de la función semántica de la caligrafía, el trazo de Hung se hace autónomo, sin relación con la escritura, también como éste, el trazo dibujístico adquiere la velocidad y la rapidez de las formas de la caligrafía que lo inspira.
Sin ese componente oriental, no podrían explicarse en él unas relaciones siempre constantes entre pintura y caligrafía. El gestualismo responde en esta obra a un procedimiento automático cuyo impulso, para verificarse, escapa al control de la razón. El surrealismo le ha dado a este procedimiento el nombre de “automatismo psíquico”, el cual remite según André Breton, a los sistemas de formulación del pensamiento inconsciente. En Hung la escritura automática visualiza el dictado del inconsciente como gestualización.
Hung debe ser considerado como un pintor abstracto-expresionista y hay sobradas razones para afirmarlo. Sin embargo, en buena medida ha hecho también extensa obra figurativa, a lo largo de los años, aunque este aspecto de su trabajo escasamente ha sido mostrado en exposiciones y eventos. La tendencia figurativa se reinició en su obra con una serie de autorretratos en los años ´70, expuesta en la Galería Toulouse Lautrec de Maracaibo.
Sistemáticamente, Hung continuó haciendo, una obra figurativa de autorretratos y personas de su entorno, especialmente del universo familiar, con técnicas y materiales sobre soportes variados de papel o tela. A partir de ahí han sido numerosas las interpretaciones que ha dado Hung al tema figurativo.
En general, puede decirse que lo figurativo está realizado empleando una manera más constructiva, que la que utiliza Hung para su pintura de acción, por lo que se puede hablar de dos facetas a veces contrapuestas o sin relación entre sí, pero a las cuales la impronta del pintor graba una misma identidad.
El nexo común en ambas expresiones es el espacio. La figuración fue ganando terreno en la obra de Hung al punto de que su producción se hizo en adelante contínua. La particularidad de la obra figurativa inspirada en personajes y ámbitos del entorno, incluyéndose a él mismo, es que está basada en la observación de lo natural.
Hung ha hecho figuración a lo largo de toda su carrera, desde el momento mismo en el que entró a estudiar en la escuela de arte. Lo que quiere decir que su obra dibujística ha sido ininterrumpida dentro de ese estilo intimista, híbrido de dibujo y pintura y, en todo caso, resuelto con gran libertad.